15 may. 2008

Ronald in Wonderland - 2da parte

Acabado el larguísimo beso y ya con los ojos abiertos estiré mi mano y le dije: Hola, soy eMe, un gusto. Y sonreí, sin echar mano de alguna frase graciosa que no delate mis nervios. Él guardó silencio, me miró, se rió y apretó mi diplomática mano; todo en el mismo segundo. Y dijo: yo soy Ronald.

Mientras, la música seguía estridente, frenética; casi como si no le importara lo que sucediera en las almas de todos aquellos advenedizos discotequeros.

Sonreí nuevamente, aún recostado contra la pared lateral del baño. Ronald me abrazó tan fuerte que sentí que en cualquier momento nuestros cuerpos se fundirían en uno solo ni bien nos rozara alguna de esas luces de colores, como si de un hechizo se tratara.

Hablamos un par de tarugadas, sacando información básica de cada uno. Creo que más fueron las ganas de no sentirnos demasiado insustanciales por haber ligado con un perfecto desconocido, que el profundo interés en la vida del otro.

Vamos a sentarnos, dijo él. Y yo acepté encantado. Nos fuimos hacia la parte más discreta, por no decir oscura, del antro. Vale decir que a pesar de estar oscuro, había tanta gente que lo de la discreción es solo un eufemismo. Nos sentamos, y sin tiempo para hablar más, nos adentramos en los labios del otro, en un beso que hubiera sonrojado a cualquier actor porno de BelAmi.

Tenía ganas de bailar, quizá por esa mezcla de alcohol y lujuria que recorría mis venas, mis arterias y hasta mis pensamientos. Saqué a bailar a Ronald, pero en la pista de bailes nos lanzaron una cachetada con el cambio de ritmo. Igual Ronald era demasiado malo bailando, que me enternecí al verlo y lo abracé. Nos besamos y dejamos de bailar. Me sentí dentro de una burbuja multicolor en ese instante.

Regresamos a sentarnos, tras nuestro fiasco en la pista de baile. Seguimos hablando y luego yo deslicé la idea de irnos de ese antro, a estar más en "privado". Sí, como no. O sea, la traducción de esa frase es: vamos a follar? Ronald no lo dudó, y aceptó. Sonreí por dentro, mis instintos casi nunca fallan.
Salimos del antro, fuimos a un motel. Entramos a la habitación. Yo, a pesar de todo, estaba un poco nervioso. Ronald, parecía estarlo más. Nos recostamos en la cama, conversamos un rato más, estabamos riéndonos como buenos amigos. Luego Ronald me quedó mirando, me intimidó su mirada penetrante, como si estuviera de tratar de conocer mis entrañas, así que me acerqué a su rostro y lo besé. Él me abrazó. Y luego nada importó, no paramos hasta desfallecer de placer, de entregarnos mutuamente, de comernos las almas, devorándonos con ansias locas de no amanecer nunca.

Pero amaneció, y salimos del motel. Caminamos juntos en medio de la neblina. Lo miré y estuve tentado a besarlo allí en medio de la calle, pero me contuve. Intercambiamos celulares, casi como para corroborar que no todo había sido una vanalidad.

Paré un taxi, y le dí la mano a Ronald, él me dijo: me llamarás mañana? y yo le dije: mañana es hoy. Subí al taxi sin darle chance de responder y con una enorme sonrisa. El taxi avanzó unas cuadras y mi celular sonó. Era un mensaje de Ronald: Esperaré por tí. Hoy, y mañana también.





Mr. eMe